jueves, 27 de noviembre de 2008

Momentos deseados

No es algo que suela pensar muy a menudo pero ayer me vino a la mente un gran sentimiento de bienestar. Me vi en la clase de Antonio Segura (quizá no sea la clase más divertida de Arte Dramático, pero sucedió allí -es la clase de lo que podríamos llamar como gimnasia-) rodeado por mis compañeros y me acordé de lo que había deseado aquello. Tener esa clase, que las clases no fuesen un copiaapuntes en un puputre de madera, que hubiese movimiento, energía, sudor, creatividad, respiración,...¡teatro! Había deseado tanto aquello, había soñado tanto con eso, que ahora no me daba cuenta de lo que estaba viviendo y sigo sin darme cuenta pero de vez en cuando vienen este tipo de sentimientos que dan positividad y alegría a toda la semana, dándome fuerzas para todo lo que llevo adelante en mi vida.
Dedicar tu jornada de estudio a lo que más te gusta es un sentimiento que nunca había tenido. Siempre tienes los momentos en los que estas en la cama y dices "qué coñazo, ir ahora a clase", pero ahora no, ahora si me quedo dormido, me jode tanto que me digo "sea como sea, tengo que llegar a tiempo a esa clase, no me la puedo perder". Ese tipo de cosas hacen que, aunque sólo tenga seis horas de sueño como mucho, cada día me levante con ganas de luchar por lo que más quiero.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Recuerdos y cambios


Ayer una de las redactoras de El Correo (María, eternemente alegre) dijo una gran frase con una cerveza en la mano: "No hay cambios buenos ni malos, simplemente diferentes". Yo no se si mis cambios habrán sido a mejor o a peor, lo que sí se es que mi vida ha cambiado mucho. Ahora puedo decir que soy féliz. La gente cambia, yo cambio, el mundo cambia,... aunque en el fondo, por mucho que lo queramos negar, todos conservamos nuestra esencia.

Hace tiempo que quería hablar de mi primer año de facultad (recuerdo esa frase de mi prima Vanessa: "Cuando entres en la facultad te cambiará la vida", ¡y tanto!) y de lo que queda de eso. Recuerdo como hace más de tres años un muchacho de pelo moreno con greñas en la nuca entraba por la puerta de la facultad de comunicación con timidez, con algo de miedo y con ganas de conocer aquella nueva situación que se le estaba presentando. Rápidamente conocí a dos mujeres que me acompañarían durante todo el curso y una de ellas se convertiría en una de mis mejores amigas. Ese año dió para mucho y allí conocí a mi grupo de amigos. Por azar conocí a mi ángel, a mi connovia y a un grupo con el que pasé grandes momentos. L me acompaño en ese encuentro del destino y juntos, acompañados por un alcalareño de nombre imposible de escribir, convivimos grandes experiencias.


Ahora, que acabo de comenzar un curso nuevo en otra escuela y que estoy conociendo a gente muy interesante y que cada día me cautivan más, echo un vistazo atrás y contemplo el panorama actual; lo que queda de ese minigrupo, de ese grupo y de esa gente que conocí en esos primeros meses de facultad. L se ha marchado de nuestras vidas y en su lugar alguien triste y oscuro la reemplaza, C es una persona a la que sencillamente le tengo alergia, Marta siempre estará ahí y el grupo de las Lauras and company se que, aunque el tiempo haga que nos veamos poco, es por un sueño y todos lo sabemos. Sólo una queda de aquel primer grupo de Estructura y Procesos Sociales, una niña blue muy especial para mí.


No añoro esos momentos. Son momentos que tienes que vivir para poder quedarte con la gente que realmente te merece la pena y me lo demuestran cada día.


Aquel muchacho al que le fue creciendo la melena, un día se la cortó en Londres y su vida fue cambiando. Hoy echa un vistazo atrás, pero sin añorar, sin pena, y pensando que, aunque la gente que ahora está conociendo serán dentro de tres años más o menos importantes en su vida, quiere compartir este momento con ellos y vivir su sueño sin fin.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Ángeles resisten al atardecer


¿Quieres que te cuente un cuento? Un cuento sobre un descampado para vagabundos (inmigrantes no, “que traen muchos niños”), un cuento sobre la división del hombre, sobre las especies en peligro de extinción, un cuento sobre el tiempo, la muerte y sobre todo, un cuento sobre la vida. La vida en un atardecer continuo. Un atardecer en el que los ángeles se resisten a seguir inertes.
Pensaba escribir una crítica hacia las diez afortunadas personas que compartieron las butacas de la sala La Fundición. Bueno, más bien, una crítica a los menos afortunados sevillanos que se perdieron una obra en la que reina la palabra y la naturalidad; sevillanos que sólo aprecian las grandes producciones o esas señoras vestidas de bisón que van al Lope de Vega porque “hoy toca”, pero no ha hecho falta. La crítica ha venido a mí. Me han servido en una bandeja pequeños montaditos de ironía y ali-oli (a 1'20, que no era miercoles).
Tres jóvenes en una gran ciudad sin estrellas dibujan su propio entorno con trazos de tiza y carboncillo. La ciudad, llena de humo, esconde esos astros que nada más que se ven con el cielo despejado. Pero sólo se necesitan las llemas de los dedos para pintar estrellas en un cielo negro. Un panel en el que dibujas tu vida sin remordimientos. Parece mentira pero hace mucho tiempo que no veo estrellas en Sevilla, habrá que salir al campo para contemplar todo lo que nos regala el cielo, para poder pedir un deseo a una estrella fugaz, aunque me han dicho que eso ya no se lleva. ¡Qué sabrán las modas! Modas que se compran con dinero. Dinero que puede comprar de todo, hasta una jirafa disecada, cuentan en la obra. ¿Alguien tiene una jirafa disecada en su garage?
En ángeles resisten al atardecer te hacen una pregunta: ¿Salvarías la ciudad si sólo hubiese una persona justa? Realmente la respuesta es complicada. “Por esta razón, la ciudad esta llena de hijos de puta”, dicen. No se si la ciudad está llena de hijos de puta pero hay pocos justos en este mundo, hay poca gente que entienda o que razone una frase como esta: “El tiempo y la distancia están en un rincón raquítico de vuestros cerebros”. No depositemos los males de nuestra sociedad en lo más lejano de nuestras cabezas, ¿no serás tú uno de ellos? Yo, al menos, me niego a serlo.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Minigira catalana (III)

Tras comer en un superrestuarante (el bar de la tía de mi ángel me encantó, un menú para cada día, y eso es todo, ¿para qué más?) nuestro chóver nos volvió a recoger. El pueblo desconocido nos esperaba. El pueblo de más interior de la provincia (qué me gusta exagerar!) era el lugar al que más temíamos porque los de Palaú Solitá nos dijeron que iba a ir muy poca gente, pero nosotros confíamos en que por lo menos 20 o 30 personas visitasen a La diva al dente. Tras montar el escenario, costó ponerlo todo en su sitio puesto que la diferencia de tamaño de un escenario a otro fue complicada, y después de buscar un sistema de audio idóneo, nos fuimos a maquillarnos.

Fuera llovía, el maquillaje y las ganas de actuar cubrían nuestro rostro. Nadie hacía cola para vernos. Esperaríamos diez minutos, si no llegaba nadie se suspendería la función. Dos almas abrieron la puerta. Fue una ilusión, dos trabajadoras de la casa del pueblo nos volvían a decir que no iba a llegar nadie. Caras de pena, no íbamos a actuar. Recogida de bultos y para Palau de Plegamans. Allí se esperaba lleno absoluto. Así que una cosa sustituiría al fracaso.


Con flamenco fusión en el coche llegamos al teatro del pueblo. El ambiente de público se hacía notar. Cárteles por todos lados. La mano de mi ángel recorría todo el pueblo. Algo nos decía que íbamos a triunfar.
Y así fue. Un teatro acogedor, un público más que generoso, unos compañeros encima del escenario con los que es un privilegio trabajar y un sentimiento, el que siento cuando estoy encima del escenario, que es indescriptible. Nervios y placer en uno. El momento en el que, tendido en el sofá, empieza a correr el telón. De ahí a los aplausos sólo pasó una hora, la mejor de todo el viaje a Barcelona.
Ya habíamos cumplido nuestro objetivo. El domingo era nuestro día de descanso y de disfrute de la ciudad. Barcelona se abría a nuestros pies, pero esa ya es otra historia.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Las Bacantes


En 1987 Salvador Távora estrenó su espectáculo Las Bacantes y hace poco menos de un mes esta obra, basada en un texto de Eurípides, volvió de manos de La Cuadra de Sevilla al Teatro Salvador Távora.
La corriente de un chorro de vino da comienzo a una obra que une, con sus pros y sus contras, el flamenco con el teatro. Flamenco expresivo y teatro aflamencado se entremezclan en una historia dificil de descifrar sobre el alter ego de un rey (que acaba siendo comido por los perros, algo que en 1987 se hacía con los perros sin correa y ahora es Dionisio el que lo lleva amarrado), la lujuría y el desenfreno de unas Bacantes que derrochan energía y perspicacia y el dolor y el sufrimiento de una madre engañada.
El vino marca la continuidad del espectáculo y tiene un efecto simbólico claro: "Mientras haya vino habrá vida, sexo y pasión", dice Corifea, interpretada por una enérgica Concha Távora. Esa pasión a la que hace mención está escenificada en Las Bacantes, cinco embriagadas bailaoras, entre las que destacan las superandaluzas María Távora y Pilar Vega, por creerse una historia complicada y por otorgarle la fuerza que se merecen. Sobre una rueda que gira a lo largo de sus 360º, las Bacantes suben, para gozar de si mismas y del símbolo fálico que tienen entre las piernas, al monte Citerón demostrando que han "perdido el miedo a volar".
El flamenco y el cante ocupan un lugar privilegiado en los espectáculos de Salvador Távora, dejando al teatro en un segundo plano pero expresando mucho más que lo que expresan los que trabajan como actores o actrices. El habla andaluza se hace cansina y el seseo insoportable debido a la defensa irracional de Távora por defender el habla y la cultura sevillana, hecho que también se manifiesta en la música que, en muchas ocasiones, recuerda a la Semana Santa y en las referencias icónicas a la Virgen y al Cristo portando su penitente cruz de madera.


Dejando cuestiones lingüísticas a un lado, Las Bacantes emociona, te pone la piel de gallina durante unos cinco minutos de gran intensidad y demuestra un buen trabajo del actor en quietud a lo que hay que sumar lo íntimo del teatro de La Cuadra que deja al espectador en un lugar superior a la escena.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Premio I love your blog

Hace más de tres meses que me inicié en este camino internauta y la gata roma era la guía, mi madrina, que me llevaba por donde me podía interesar. Han sido tres meses en los que he intentado contar cosas interesantes (que me interesen a mi y que puedan interesar), compartir con el mundo bloggero obras de teatro, películas y sentimientos...., ¿qué haríamos sin los sentimientos?
Ahora Mercedes me ha premiado con un premio de agradecimiento. Quizá soy un blog que está todavía en sus inicios, que se abre camino, quizá no logre capturar a mucha gente pero nunca pensé que necesitaría contar las cosas que vivo y compartirlas con este todavía nuevo mundo para mí.

El premio I love your blog abre una estanteria que quizá solamente tenga un premio pero que lo recoge con mucho cariño.


Gracias, Mercedes.
(La verdad es que no se muy bien si también tengo que otorgar premios o qué es lo que tengo que hacer. Esperaré a que mi madrina me de directrices)

lunes, 3 de noviembre de 2008

Perlimplín


Don Perlimplín es un anciano de unos 50 años que vive sumergido en su infantil fantasía que no le ha otorgado el derecho a amar. Tendido en su hamaca mira las mariposas pasar y cree que el sexo femenino sólo puede producirle mal. Su sirvienta, que en este caso se convierte en casi madre, Marcolfa (personaje genialmente interpretado por Emilio Alonso que le da la sensibilidad teñida de rudeza que el personaje necesita), le dice en un ingenioso diálogo que tiene que casarse porque, "¿qué pasará si yo falto? Te casas porque sí".
Con un distraido comienzo en el que el trabajo del cuerpo y de la voz cantada sale a flote ante la mirada atónita de los que conocemos el texto de Federico García Lorca, da inicio Perlimplín, la visión de El amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín de Pedro Álvarez-Ossorio, que con palabras emocionadas dedicaba la representación a su "compañera de vida", a la que tuvo que despedir durante los ensayos de la obra.
Álvarez-Ossorio mezcla Don Perlimplín con el diálogo de "La doncella, el marinero y el estudiante" y algunas frases de la "Conferencia sobre el duende" y el inicio parece confuso por la presencia de unos duendes que apenas aparecen en el original de Lorca. Durante el recorrido por la obra, los duendes aparecen en excesivas ocasiones provocando en el espectador un desconcierto o una vuelta de tuerca hacia lo cotidiano, que se vuelve simbólico y trascendental en el teatro de La Fundición.
Una tela que imita la vela de un barco, sonidos de percusión, cuerdas y una luna al fondo dotan al escenario de toda la simbología de la que presume el teatro lorquiano. La luna presagia el final desde el principio. La muerte acechará a este Perlimplín ingenuo al que da vida Juan Carlos Sánchez. Belisa, interpretada por Ana Morales, quizá algo más tonta y pava de lo necesario, luce su cuerpo para el disfrute de los hombres y del Perlimplín, marido con el que se acaba de casar. Un genial juego de luces recrea el efecto de la cerradura por la que el anciano se enamora de la joven.
Quizá se eche en falta la presencia de El hombre de la capa roja que en el texto original se considera como un personaje más, cargado de importancia, y que en esta ocasión brilla por su ausencia convirtiéndose en personaje latente. Don Perlimplín o "Perlimplinito mio", como lo llama Belisa, dibuja su final para conquistar el cuerpo y el alma de su amada, en un desenlace trágico que pasa bastante desapercibido.

Amor carnal y amor interior se mezclan en la última producción, que suma la décima después del inigualable Juan de Mairena, de La Fundición de Sevilla.


(La foto no corresponde a la obra representada en La Fundición)

sábado, 1 de noviembre de 2008

Día tonto


Recordar, echar un vistazo al ayer, cambiar los pensamientos en sólo un segundo, equivocarse, dar marcha atrás, imposible, queda un mañana, no será tan importante, ¿por qué?, no al silencio, no volver atrás, ser valiente, darle a las cosas su importancia real, ser saludado, sin despedida, ser perseguido, mirar al amigo, quitar la importancia a mi amigo con "novia", cambiar el norte,...

Hoy tengo el día tonto, como dice Pastora, "de esos que por más que salte toco el suelo pronto". Se entenderá poco pero bueno...entrada surrealista.