lunes, 21 de diciembre de 2009

Esta no es la historia de Antoñita la fantástica

Una mujer sola en el escenario. Retales en su sillón, retales en su teléfono, retales en su perchero, retales en su corazón. Una caja de lata oxidada con tan sólo diez recuerdos y un teléfono que nunca sonará... o tal vez sí. Estos son los ingredientes de un homenaje a la mujer vacía por fuera pero muy llena por dentro, tan llena que hace que la incultura se transforme en poesía y la soledad en unas ganas tremendas que querer vivir... o al menos, soñar.
Una interpretación magestuosa de Gina Escanez que se atreve a meterse de lleno y sin tapujos, por primera vez en una interpretación en solitario y sale triunfal, orgullosa de un trabajo minucioso y sin remiendos. La tela de una vida que se descubre dándonos lo mejor de ella, lo que sólo ella sabe dar. Fuerza y energía cuando Antoñita lo necesita y sentimiento y nostalgia cuando los recuerdos se le afloran en una conversación con Sole.
Una mención especial también a la dirección y al texto, una poesía que llega al corazón sin que apenas nos demos cuenta (nunca pude pensar que el mundo de la costura diese tanto de sí en el lenguaje), de Verónica Rodríguez, y a un vestuario y una escenografía impecables.

Quizá una máquina de escribir no sea la mejor compañía del mundo pero... a falta de pan, buenas son tortas.

Intimista a más no poder. Tan sólo una pega: el saloncito de Antoñita es muy acogedor pero se merece una sala más grande y un escenario que no comparta el suelo con el espectador pero,por favor, sin perder ese intimismo que caracteriza a la obra.

Por favor, que se pare el mundo, que me quiero bajar.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Tiempo de reflexión


Lo se, otro parón ha acechado a este sueño sin fin... pero era necesario.

Mi vida ha continuado como siempre,... sin rumbo y sin pausa, sin un descanso descifrado que me haga cerciorarme de que lo que sucede a mi alrededor y lo que sucede conmigo es lo que yo realmente quiero que suceda. Cinco años estudiando una carrera, dos en otra artística, y 22 de vida que pronto serán uno más para adentrarme en otro año que será igual, o quizá distinto.

Pero hoy, después de casi dos horas de entrevista a una de mis artistas preferidas, Vega, en el programa Las 1001 noches, me he dado una pausa para pensar... o para escribir... porque realmente escribo ahora mismo sin pensar en lo que escribo, simplemente siento. Tengo claro lo que quiero en mi vida pero me sucede muchas veces que no se cómo conseguirlo. Es complicado elegir el camino correcto, seguramente será el más arriesgado, pero también el más interesante e intrigante, el más divertido, el que más lágrimas me acarreará pero he de conseguir mi sueño.

Con los pies sobre la tierra, siempre.

¿Y mi vida? ¿Qué pasa con mi vida? ¿Realmente vivo por mí o vivo por los que me quieren? Comenta Vega que su éxito en personal es tener alguien que te quiera y que tú lo quieras a él de la misma manera y que lo mejor en la vida es tener gente que te quieran. Evidentemente es cierto. Al fin y al cabo es lo único que siempre permanece cuando se cuida. De nada sirve un éxito si no tienes a nadie con quien tomarte unas cervezas para celebrarlo.

¿Y dónde está ese puntito de locura que tanto me gusta? Debe volver. Debo luchar por ello tanto o más que por mi sueño, porque una cosa lleva a la otra. Actuar sin pensar a veces es positivo aunque después te tengas que lamentar de las consecuencias, pero siempre sabrás que has actuado como te pedía tu corazón.

Y eso es lo que realmente importa.

Gracias, Vega!