Fuera llovía, el maquillaje y las ganas de actuar cubrían nuestro rostro. Nadie hacía cola para vernos. Esperaríamos diez minutos, si no llegaba nadie se suspendería la función. Dos almas abrieron la puerta. Fue una ilusión, dos trabajadoras de la casa del pueblo nos volvían a decir que no iba a llegar nadie. Caras de pena, no íbamos a actuar. Recogida de bultos y para Palau de Plegamans. Allí se esperaba lleno absoluto. Así que una cosa sustituiría al fracaso.
Con flamenco fusión en el coche llegamos al teatro del pueblo. El ambiente de público se hacía notar. Cárteles por todos lados. La mano de mi ángel recorría todo el pueblo. Algo nos decía que íbamos a triunfar.
Y así fue. Un teatro acogedor, un público más que generoso, unos compañeros encima del escenario con los que es un privilegio trabajar y un sentimiento, el que siento cuando estoy encima del escenario, que es indescriptible. Nervios y placer en uno. El momento en el que, tendido en el sofá, empieza a correr el telón. De ahí a los aplausos sólo pasó una hora, la mejor de todo el viaje a Barcelona.
Ya habíamos cumplido nuestro objetivo. El domingo era nuestro día de descanso y de disfrute de la ciudad. Barcelona se abría a nuestros pies, pero esa ya es otra historia.
3 comentarios:
Me alegro que el hubiera lleno y aplausos... Y pudieras disfrutar un poco de Barcelona.
¡Un abrazo!
PS: Tienes un regalito por mi blog... De esos que no cuestan nada :)
Gracias doblemente Sergio.
La verdad es que en el conjunto del viaje disfrute bastante.
Un saludo
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