domingo, 9 de noviembre de 2008

Las Bacantes


En 1987 Salvador Távora estrenó su espectáculo Las Bacantes y hace poco menos de un mes esta obra, basada en un texto de Eurípides, volvió de manos de La Cuadra de Sevilla al Teatro Salvador Távora.
La corriente de un chorro de vino da comienzo a una obra que une, con sus pros y sus contras, el flamenco con el teatro. Flamenco expresivo y teatro aflamencado se entremezclan en una historia dificil de descifrar sobre el alter ego de un rey (que acaba siendo comido por los perros, algo que en 1987 se hacía con los perros sin correa y ahora es Dionisio el que lo lleva amarrado), la lujuría y el desenfreno de unas Bacantes que derrochan energía y perspicacia y el dolor y el sufrimiento de una madre engañada.
El vino marca la continuidad del espectáculo y tiene un efecto simbólico claro: "Mientras haya vino habrá vida, sexo y pasión", dice Corifea, interpretada por una enérgica Concha Távora. Esa pasión a la que hace mención está escenificada en Las Bacantes, cinco embriagadas bailaoras, entre las que destacan las superandaluzas María Távora y Pilar Vega, por creerse una historia complicada y por otorgarle la fuerza que se merecen. Sobre una rueda que gira a lo largo de sus 360º, las Bacantes suben, para gozar de si mismas y del símbolo fálico que tienen entre las piernas, al monte Citerón demostrando que han "perdido el miedo a volar".
El flamenco y el cante ocupan un lugar privilegiado en los espectáculos de Salvador Távora, dejando al teatro en un segundo plano pero expresando mucho más que lo que expresan los que trabajan como actores o actrices. El habla andaluza se hace cansina y el seseo insoportable debido a la defensa irracional de Távora por defender el habla y la cultura sevillana, hecho que también se manifiesta en la música que, en muchas ocasiones, recuerda a la Semana Santa y en las referencias icónicas a la Virgen y al Cristo portando su penitente cruz de madera.


Dejando cuestiones lingüísticas a un lado, Las Bacantes emociona, te pone la piel de gallina durante unos cinco minutos de gran intensidad y demuestra un buen trabajo del actor en quietud a lo que hay que sumar lo íntimo del teatro de La Cuadra que deja al espectador en un lugar superior a la escena.

2 comentarios:

Juan Duque Oliva dijo...

¿Y esto es mal fácil de comprender?

Me_llaman_coko dijo...

Perdona, luz, pero no he entendido la pregunta.